Para nuestra Congregación, la Providencia ha permitido que hubiese una cooperación entre diversas personas, que han servido al Señor con ánimo simple, sin buscar una recompensa personal.
P. José Frassinetti, preocupado por la disminución de las vocaciones, que comenzaba a ser visible ya en la segunda mitad del Ochocientos, invitaba clero y laicado a orar y trabajar para sostener las vocaciones.
Además dio inicio a una comunidad de consagrados laicos que iniciaron la vida en común y se dedicaron a acoger y ayudar a jóvenes pobres deseosos de convertirse en sacerdotes. Un rol de relieve fue en esta comunidad el señor Pedro Olivari, tipógrafo, que vivió en la comunidad hasta su muerte (1890). Frassinetti, mediante sus muchos y validos libros espirituales, ha dejado las bases de la espiritualidad de los Hijos de Santa María Inmaculada.
A inesperada muerte (02.01.1868), tomó la dirección de la comunidad don Antonio Piccardo, inmediatamente después de haber sido ordenado sacerdote (06.06.1868).
Siguiendo la espiritualidad del Frassinetti, pero con grande creatividad pedagógica y organizativa, Piccardo guió la comunidad a un crecimiento constante que se expresa finalmente con la transformación de la Pía Casa en Pía Obra y después de ésta en Congregación religiosa. En este último pasaje tuvo un rol significativo también el Papa Pío X, que después de haber beneficiado a P. Piccardo de una sincera amistad, lo animó y lo apoyó en la transformación de la Obra en Congregación y confirió casi inmediatamente (cosa más única que rara) el Decretum Laudis. Decretum Laudis.
La espiritualidad eucarístico-mariana del Frassinetti fue, por lo tanto, recogida por una comunidad, en la que Pietro Olivari y luego Don Antonio Piccardo desempeñaron un papel decisivo. Este último llevó el crecimiento de esta comunidad a la transformación en una congregación religiosa, para cuya erección el Papa San Pío X tuvo un papel particularmente meritorio.