In: Vita della Congregazione FSMI

El queridísimo p. Mario Quadraccia, el 11 de febrero de este año, a las 11:25 de la mañana, abandonaba en los brazos del Padre su último aliento en esta tierra y se metía en camino hacia el lugar de delicias preparado por el Padre, donde se puede disfrutar de la vida eterna.

El padre Mario nació en el distrito de Montenero a cuatro kilómetros de Amelia (Terni) el 27 de julio de 1924, hijo de Armando y Domenica Claudiani. Fue bautizado el 10 de agosto del mismo año en la parroquia de Santa Lucía. El primero de ocho hermanos, dos mujeres y seis varones, de los cuales dos sacerdotes (p. Mario y p. Enzo), fue llamado pronto, siendo el hermano mayor, para resolver los pequeños problemas familiares y ayudar en el trabajo de los campos. «Como hermano mayor – recordaba él mismo – me tocaba enseñar a caminar a mis hermanos que iban llegando cada dos años. (…) Ayudaba con los asuntos del campo, recogía hierba para los conejos y el burro, bellotas para los cerdos, y ayudaba en la recolección de los higos. “Paz, colaboración, serenidad y diálogo eran el ambiente cotidiano de mi familia. Domingo a Misa, breves oraciones cada día, mucha paz, sin litigios “. (Promanuscripto, Buenos Aires 2011).

Recibió la confirmación en agosto de 1930 y, más tarde, la primera comunión el 5 de mayo de 1935, como era la práctica en ese momento.

Desde que era un niño, se destacaron sus brillantes habilidades intelectuales y los maestros presionaron a la familia para que continuara sus estudios, ofreciéndose para una eventual colaboración. Pero, como él mismo recuerda, estos no eran los objetivos de la familia: “éramos pobres, mi padre necesitaba ayuda para el cultivo en los campos. ¿Cómo pagar los libros, los viajes y todo lo demás? (Pro-manuscripto, Buenos Aires 2011).

Como hermano mayor – recordaba él mismo – me tocaba enseñar a caminar a mis hermanos que iban llegando cada dos años

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Pero el Señor estaba preparando y guiando el proceso de su vida. Durante las vacaciones de verano conoció, de hecho, a un seminarista de Amelia que estudiaba en Génova, que había regresado a su región para visitar a la familia. Estaba cerca de la ordenación diaconal y era miembro del Instituto de los Hijos de Santa María Inmaculada. Su nombre: Giordano Bruno Renzi. El p. Mario, como él mismo relató, fue inmediatamente conquistado por la jovialidad de ese religioso y por el espíritu de familiaridad con el que se presentaba. Poco después, el pequeño Mario decidió, con la aprobación y el aliento de sus padres, comenzar el aspirantado en Génova y el 30 de septiembre de 1936 partió junto con el profeso Bruno Renzi. Comenzó sus estudios secundarios bajo la dirección del p. Antonio Giuseppe Piccardo, sobrino del p. Antonio Piccardo, y la sabia acción didáctica del p. Tommaso Lombardo.

Después de completar sus estudios secundarios, ingresó al noviciado, bajo la dirección del p. Ernesto Sacco, el 8 de septiembre de 1940, cuando Italia ya había entrado en la guerra. Fue un duro periodo: los primeros meses sufrió hambre y más tarde tuvo que observar, junto con sus compañeros de noviciado, las estrictas reglas del racionamiento de alimentos. Así recuerda él mismo: «Vi a un compañero desgarrar el tronco y las raíces de una pequeña coliflor y devorar todo, tronco y raíces. La sopa era agua con pocos granos de pasta y nada más “(Pro-manuscripto, Buenos Aires 2011).

El 8 de septiembre de 1941 hizo su primera profesión religiosa y continuó sus estudios de liceo en Génova hasta octubre de 1942, cuando se vio obligado a refugiarse en el santuario de la Guardia di Gavi, ya que Génova fue fuertemente bombardeada y él, junto con sus compañeros de estudios, corrían grandes riesgos.

Pronto fue enviado a Roma para terminar sus estudios de liceo. En el camino a la capital tuvo que enfrentarse a mil peligros. Como se puede imaginar, la guerra no permitía un viaje seguro y las carreteras eran interrumpidas en gran medida por los puestos de control. A lo largo de ese agotador viaje, maduró su vocación misionera. “Viajando entre los soldados con armas – escribió – decidí ser sacerdote y me impuse una condición: un” sí ” al Señor para estar disponible dondequiera que me enviase, ser un sacerdote para el mundo” (Pro-manuscripto, Buenos Aires, 2011).

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Viajando entre los soldados con armas – escribió – decidí ser sacerdote y me impuse una condición: un” sí ” al Señor para estar disponible dondequiera que me enviase, ser un sacerdote para el mundo

En Roma terminó sus estudios de liceo y comenzó los estudios institucionales de filosofía en la Universidad Pontificia de San Tommaso d’Acquino – Angelicum. Luego lo llamaron a Porto para el año de tirocinio y le asignaron el encargo de prefecto de los aspirantes, precisamente el año en que su hermano Enzo quiso ingresar como aspirante entre los FSMI: “Recibí en Porto como aspirante a mi hermano Enzo … fue difícil para mí evitar ser acusado de parcialidad. ¡Así que fui duro con él! “(Pro-manuscripto, Buenos Aires 2011).

En 1944 reanudó sus estudios de Teología en el Angelicum, el 27 de julio de 1945 emitió los votos perpetuos y, posteriormente, recibió los órdenes menores del ostiario, lectorado, exorcista y subdiaconado. El 16 de enero de 1949 fue ordenado Diácono en la Iglesia Nostro Signore del Sacro Cuore en la Plaza Navona en Roma y el 16 de abril de 1949 fue ordenado Presbítero en la iglesia parroquial de San Carlo ai Catinari en Roma, por la imposición de manos y la oración consagratoria de S. Ecc. Rev.ma Mons. Alfonso Carinci, arzobispo titular de Seleucia de Isauria.

El 4 de junio de 1949 completó sus estudios de licenciatura en teología y se puso a disposición de sus superiores, quienes lo enviaron al santuario de N. S. della Guardia en Gavi. Poco después, la obediencia le pidió que trabajara como maestro de letras en el aspirantado en Porto.

Recibí en Porto como aspirante a mi hermano Enzo … fue difícil para mí evitar ser acusado de parcialidad. ¡Así que fui duro con él!

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Inicia la misión

El 26 de septiembre de 1949, fue elegido Superior General el p. Lino Ferrari, proveniente de Argentina, y él le pidió que lo reemplazara en los compromisos que quedaron pendientes en tierra americana. De este modo el 7 de julio de 1950 partió para Argentina y desembarcó en Buenos Aires el 25 de julio. Fue asignado inmediatamente como vicario parroquial a N. S. de Loreto en Sarandí.

Luego fue trasladado en 1951 a la Parroquia del Sagrado Corazón en Junín, una ciudad que se encuentra a unos 300 km de Buenos Aires, asistiendo al párroco p. Giacomo Ghio.

A principios de 1952 regresó a Buenos Aires y fue asignado nuevamente a la parroquia de N. Señora de Loreto en Sarandí, donde comenzó el jardín de infantes con solo diez niños. Unos años más tarde, se le encomendó la apertura del seminario menor FSMI en Sarandí y fue su director durante varios años.

El 1 de junio de 1955 fue nombrado párroco en La Anunciación en Luis Guillón (Buenos Aires). Aquí tuvo que hacer mucho para remediar los fondos para construir el templo parroquial. Así fue como inventó loterías, festivales, torneos deportivos en el espacio verde de la futura iglesia parroquial, para apoyar los costos de construcción y puesta en marcha de la obra. Logró entusiasmar a tantos fieles y hacer participar muchas familias, llegando a casi mil personas.

Fue el período de grave incertidumbre política en el país, que resultó en el bombardeo de la casa de gobierno, en un intento de golpe de Estado para derrocar al gobierno de Juan Domingo Perón y en las reacciones violentas que siguieron. El p. Mario fue llevado a prisión junto con todos los sacerdotes de la provincia de Buenos Aires.

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El 7 de julio de 1950 partió para Argentina y desembarcó en Buenos Aires el 25 de julio

En 1966 fue asignado nuevamente a la parroquia de N. S. de Loreto en Sarandí, donde permaneció como párroco hasta 1973. Aquí trabajó mucho: bodas, confesiones, peregrinaciones, movimientos juveniles, grupos de oración, varias asociaciones, trabajos de consolidación de la escuela cercana. «Fueron siete años de gracia para mí -recuerda el p. Mario – años en los cuales la Divina Providencia me acompañaba”(pro-manuscripto, Buenos Aires 2011). También fueron años difíciles en la sociedad: el terrorismo y el extremismo eran rampantes en el país e incluso en la parroquia se vivía un clima de miedo e inseguridad.

El 16 de enero de 1973, la obediencia lo llamó en Chile, responsable de la parroquia de San Patricio. Incluso en Chile la situación política era tensa; Las condiciones de vida y el suministro de alimentos eran precarios. El p. Mario tuvo que enfrentar no pocas dificultades, compensadas, sin embargo, por tantas satisfacciones pastorales y espirituales y por la participación de tantos creyentes que colaboraban activamente en las necesidades de la parroquia. Fue muy buscado como director espiritual y también iban a él feligreses de otras comunidades.

En 1981 fue elegido consultor general en el decimotercer Capítulo General y fue nombrado superior de la comunidad Stella Maris (Fiumicino). Al año siguiente fue destinado como párroco a la comunidad de S. Maria della Grotta en Praia a mare (CS), donde se dedicó con gran empeño al cuidado al cuidado de los diversos grupos parroquiales: acción católica, grupos de oración, movimientos juveniles, comunidades neocatecumenales, asociaciones varias. Aquí también dejó un recuerdo muy brillante.

Terminado su servicio como consultor en el Consejo General, fue enviado de regreso a Argentina en 1988, como párroco de la comunidad La Anunciación en Luis Guillón, donde continuó trabajando con entusiasmo. En particular, se dedicó a la construcción y puesta en marcha de la nueva escuela que se estaba construyendo junto a la parroquia.

Fue muy buscado como director espiritual y también iban a él feligreses de otras comunidades

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Permaneció allí hasta 1991, cuando fue transferido a la parroquia de San Felipe Neri, en Buenos Aires, que era parte de la vicaría de Flores, guiada por el Obispo auxiliar, S. Ecc. Mons. Jorge M. Bergoglio, futuro arzobispo de Buenos Aires y posteriormente elegido Papa. Con el Card. Bergoglio colaboró ​​intensamente en muchos asuntos delicados de la Arquidiócesis. Bergoglio a menudo lo llamaba para tener algunas pautas pastorales y para resolver situaciones difíciles. A partir de ese momento p. Mario permanecerá unido al Santo Padre por medio de una profunda relación de estima y amistad, como recalcó bien el p. Delegado: “Uno de sus grandes tesoros era su amistad con el Papa Francisco, amistad que sabemos, era correspondida por el Santo Padre”.

En 1994 regresó a la parroquia de La Anunciación en Luis Guillón y se empeñó nuevamente y con gran fervor a la expansión y consolidación de la escuela cercana.

Tres años más tarde, en 1997, fue asignado nuevamente como párroco de la parroquia de San Felipe Neri, en Buenos Aires, para luego regresar a la parroquia de La Anunciación en Luis Guillón después de tres años, en el año 2000 como colaborador del párroco, libre de encargos, pero no del trabajo ministerial.

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Misión en las Filipinas

En 2002, la obediencia volvió a llamar a la puerta de su corazón y le pidió que aceptara una tarea que ni siquiera se imaginaba: Maestro de los novicios y Superior de la Comunidad en Manila (Filipinas). Así comentó él mismo: “había prometido decirle siempre sí al Señor, así que me abandoné a la solicitud sabiendo muy bien que el Señor y la Madre Inmaculada me habrían precedido y acompañado. (…) Dejé dos tercios de mi corazón en Sudamérica y me despedí” (pro-manuscripto, Buenos Aires 2011).

Regresó a Italia el año siguiente para celebrar el cumpleaños número 100 de su madre Domenica y fue asignado primero al Estudiantado de Porto (2003-2005), luego a la parroquia de S. Maria Porto della Salute (2005-2009), donde tuvo algunos problemas de salud (pérdida de la memoria) que supo afrontar con fe y superar, gracias también al precioso apoyo de los hermanos de la comunidad.

En octubre de 2009 fue transferido a la Comunidad de San Batolomeo en Cagliari, donde estuvo disponible para cualquier empeño pastoral que le fuera requerido.

Al año siguiente, en octubre de 2010, regresó a la Delegación, se instaló nuevamente en la comunidad de Luis Guillón, donde ya había estado por veintitrés años en tres ocasiones y permaneció allí hasta su Dies Natalis. Aquí fue considerado una presencia preciosísima: “A p. Mario todos lo querían: los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos”(un hermano de comunidad). Su presencia en esa ciudad fue tan apreciada y estimada que el alcalde lo nombró solemnemente “ciudadano ilustre”.

Dejé dos tercios de mi corazón en Sudamérica y me despedí

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La memoria de nuestros padres

Mucho podría decirse aún, si dejamos libre expresión a las muchas confidencias de las personas que tuvieron una relación con él. Es realmente difícil poner en pocas palabras lo que era p. Mario, un hermano humanamente e cristianamente muy rico, aunque se a menudo se llamaba a sí mismo “pequeño y limitado”: “Yo pequeño y limitado, no he hecho nada de extraordinario … En cambio, quiero mostrar la mano poderosa, la infinita y amorosa compañía y la misericordia de un Dios que me ha amado, me ha llamado. Quiero indicar a Él como artífice, constructor y guía de mi vida, ¡el único que puede todo, mi Señor!”(Pro-manuscripto, Buenos Aires 2011).

Cómo olvidar su afabilidad, su extraordinario espíritu de acogida, su espléndida, desarmante y contagiosa sonrisa: “Nunca voy a olvidar su sonrisa y sus brazos abiertos queriendo abrazar a todos”. (Un hermano de comunidad).

Mostraba una delicada pero incisiva paternidad, de hecho, tenía el don de infundir serenidad y tranquilidad, sabía cómo alentar, dar seguridad, comunicar paz interior y centrar de inmediato los aspectos esenciales de la vida. Con su sabiduría, con su bondad de espíritu, con su ardor apostólico, con el amor a Dios y a la Iglesia que lo han caracterizado, ha educado a generaciones de fieles y ha sembrado tanto bien. Somos muchos los que tenemos con él una deuda especial de gratitud. Su ejemplo se mantiene como una poderosa luz.

Estaba enamorado de la Congregación y era respetuoso con todos: nunca lo escucharon desacreditar a los cohermanos. Era muy respetuoso de la comunidad y de sus horarios, y era disciplinado en los ritmos de la vida religiosa.

Hablaba con entusiasmo de los padres que lo habían precedido y contaba sus historias a las generaciones más jóvenes con un profundo amor por el pasado, realmente sorprendente. Estaba convencido de que si se pierde la memoria de los padres que han construido la historia de la Congregación, se pierde la identidad. Por esta razón, a menudo citaba las palabras y los pensamientos del Frassinetti e insistía tanto en recordar a los primeros padres que llegaron a la Delegación. Decía lo mismo en la parroquia: nunca olvidar a los ancianos que han construido la comunidad parroquial y siempre mostrar disponibilidad a atenderlos en el momento de necesidad.

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Nunca voy a olvidar su sonrisa y sus brazos abiertos queriendo abrazar a todos

Nunca se rindió ante discursos frívolos; siempre tenía en sus labios una palabra dirigida a Jesús o al Padre o a la Virgen María, de quien era muy devoto y por la cual reservaba un afecto tierno y fuerte al mismo tiempo.

Lo recordamos como siempre dispuesto a practicar la corrección fraterna, con extrema delicadeza, pero en la verdad, así como también aceptaba de buen agrado, sin rebelarse, las observaciones de los hermanos. ” Cuando algo le parecía mal, lo expresaba con su rostro, era fácil darse cuenta cuando algo no le gustaba y tenía la forma de expresar con caridad lo que sentía”. (Un hermano de comunidad)

El padre Mario fue indiscutiblemente una figura importante para la Delegación; ha marcado un estilo y comportamiento de consagrado en la dedicación y el servicio a la Congregación y la Iglesia: “Su estilo de vida nos enseñaba a vivir como religiosos, a sentirnos familia. Nos acompañaba en los momentos de dificultad, se interesaba por nuestras tareas. Era cercano. Siempre nos recibía con una gran sonrisa. Siempre fuimos bien recibidos, nunca nos hacía sentir que éramos inoportunos. Era muy agradable ponerse a charlar con él, sabía hacerse tiempo para la amistad”. (Un hermano de comunidad).

Los últimos años fueron tranquilos para él, y esto ciertamente ha hecho más soportables tanto la vejez como las pequeñas complicaciones de salud. Siempre repetía: “El Señor es bueno conmigo en estos últimos años de vida. Él sabe que no soporto el dolor y por eso me hace sentir bien y me hace vivir una vejez sin muchos problemas”. Y siguió repitiendo una y otra vez, como una jaculatoria que infundía a él y a los que lo escuchaban la seguridad y la serenidad: “Dios lo sabe todo, puede hacerlo todo y me ama”.

Todavía se podrían escribir tantas palabras. Me detengo aquí para dar voz a la gratitud hacia todas las personas que lo han querido y a todos los hermanos que lo han amorosamente cuidado en este último tramo de la vida.

El Señor es bueno conmigo en estos últimos años de vida. Él sabe que no soporto el dolor y por eso me hace sentir bien y me hace vivir una vejez sin muchos problemas

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Gracias p. Mario, ¡por que estás aquí! Gracias porque has estado y porque estarás siempre.

Extracto de la Carta de Familia 42

Autor: p. Roberto Amici – Superiore Generale FSMI

Traducción al español: Ricardo Alcocer FSMI

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